Continuando con lo que dije ayer...:
Santo Tomás tenía una extraordinaria memoria. Tanto que una
vez le insistieron para que dijera cuál consideraba la mayor gracia que había
recibido, y contestó: "Creo que
haber entendido todo aquello que he leído".
Un fraile, que le conocía, decía que "recordaba
todo lo que leía y que su mente era como una enorme biblioteca". De hecho los textos bíblicos que cita en la Summa
Theologica llenan ochenta columnas con letra pequeña. Muchos creen que había
aprendido de memoria la Biblia entera mientras estaba en la cárcel en el
Castillo de San Giovanni. En concreto, las Epístolas de san Pablo, que tanto
gustaban a Santo Domingo (fundador de su Orden) y de las que escribió comentarios que se recogieron en dos volúmenes (Torino, 1891).
El Estudio
Santo Tomás dio mucha importancia a la actividad intelectual y
decía: “Estudio es una palabra que designa aplicación intensa de la mente a
algo, cosa que no puede hacerse sino mediante su conocimiento”. Éste está relacionado con la templanza. Y distingue en ella dos
aspectos: el apetito de saber y el esfuerzo requerido para la
actividad intelectual.
La Amistad
La
amistad con nuestros semejantes no consiste en otra cosa que en extender al
amigo el amor que uno siente por sí mismo. De este modo la raíz de esta amistad,
y lo que la alimenta y mueve, es el amor
que sentimos por nosotros mismos. Pero
este ‘yo’, que hay que amar, más que al amigo, se refiere al ‘hombre espiritual’,
del que habla san Pablo en sus cartas; por eso, este amor de amistad no
renuncia a cualquier sufrimiento, o
incluso a dar la vida, si es necesario, en beneficio del amigo”
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