Hace
50 años la Iglesia se abrió al mundo en el Vaticano II.
Así dijo Juan
XXIII al inaugurar el concilio: "...de cuando en cuando llegan a
Nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de algunas personas
que, aun en su celo ardiente, carecen del sentido de la discreción y de
la medida. Ellas no ven en los tiempos modernos sino prevaricación y
ruina; van diciendo que nuestra época, comparada con las pasadas, ha ido
empeorando; y se comportan como si nada hubieran aprendido de la
historia, que sigue siendo maestra de la vida... Nos parece justo
disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre
infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese
inminente.
En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad. Ella quiere venir al encuentro de las necesidades actuales, mostrando la validez de su doctrina más bien que renovando condenas.
…la Iglesia Católica, al elevar por medio de este Concilio Ecuménico la antorcha de la verdad religiosa, quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella."
En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad. Ella quiere venir al encuentro de las necesidades actuales, mostrando la validez de su doctrina más bien que renovando condenas.
…la Iglesia Católica, al elevar por medio de este Concilio Ecuménico la antorcha de la verdad religiosa, quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para con los hijos separados de ella."
Este es camino de la fe que marco el Concilio, que
nunca lo olvidemos.
(J.M. Cicuéndez, Misionero Oblato)
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