En
tiempos remotos, cuando solo había dioses inmortales, pensaron en crear seres
que lo poblaran. Zeus encargó a los hijos del Titán Jápeto, que dotaran de
gracias y fuerzas a las criaturas terrenales. Epimeteo rogó a su hermano hacer
el reparto y así lo hizo. No siendo tan sabio como Prometeo ofreció todos los
dones a los animales dejando al hombre desnudo, indefenso y sin arma alguna.
Entonces
Prometeo, viendo la injusticia que se había cometido, trató de arreglarlo
hurtando a la diosa Atenea la sabiduría y entregando al hombre la lógica, robo
el fuego del taller de Hefesto y se lo regalo. Prometeo tomó y enseñó todo lo
que sabía al género humano bajo su protección. Zeus al enterarse montó en
cólera contra él y preso de rabia lo castigó duramente. Lo encadeno al monte
Cáucaso, donde llegaba todas las mañanas un águila que le roía el hígado.
Durante la noche, se le regeneraba pero a la mañana siguiente el águila volvía.
Treinta años más tarde, Hércules liberó a Prometeo de tal cruel suplicio.
Articulo realizado por: Jaime Heras y Pablo Rodriguez
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