El “Milagro del Fuego Sagrado" es
conocido por los cristianos de la Comunidad Ortodoxa como "el mayor de
todos los milagros cristianos." Se manifiesta cada año, a la misma hora,
del mismo modo y en el mismo lugar, según el calendario ortodoxo, es decir, el
Juliano, en el sábado anterior a la Pascua Ortodoxa, que se celebró
ayer domingo. No se conoce ningún otro milagro que se haya producido tan
regularmente y a lo largo de tanto tiempo.
Hay fuentes tan antiguas como del siglo
VIII d.C. que documentan este milagro. Tiene lugar en la Iglesia del Santo
Sepulcro, en Jerusalén. Ya el abad ruso Daniel relataba, de manera minuciosa,
en su itinerario escrito entre 1106 y 1107, el "Milagro de la Santa
Luz" y la ceremonia relacionada con él.
Cuenta cómo el Patriarca entra en la
Capilla del Santo Sepulcro (La Anástasis) con dos velas apagadas. Se arrodilla
frente a la piedra sobre la cual Cristo fue colocado luego de su muerte, y
recita ciertas oraciones, luego de las cuales ocurre el milagro: Se manifiesta
una Luz procedente del corazón de la piedra -una luz azul, indefinible- que
después enciende lámparas cerradas de
aceite y las dos velas del Patriarca. Esta luz es el "Fuego Sagrado,"
y se difunde a todos aquellos presentes en la Iglesia.
La ceremonia que rodea al "Milagro
del Fuego Sagrado" podría ser la más antigua ceremonia ininterrumpida de
la cristiandad en el mundo. Desde el siglo IV d. C. hasta nuestros días,
numerosos documentos mencionan el admirable portento. Los testimonios ponen en
evidencia que el milagro ha sido celebrado en el mismo lugar, en la misma
festividad y con el mismo marco litúrgico a lo largo de los siglos.
Cada año en la Iglesia del Santo Sepulcro
de Jerusalén aparece, como por arte de magia, un fuego que avisa de la
resurrección de Jesucristo, y que en avión y en medio de grandes honores es
llevado a Grecia y otros territorios de fe ortodoxa, donde los fieles lo
extienden por todo el país.
Cuando el fuego santo ha sido ya
distribuido a todas las iglesias del país, y los sacerdotes de cada iglesia
pronuncian las palabras "Jristos Anestis" (Cristo ha
resucitado), estallan los fuegos artificiales para celebrarlo y miles de
griegos, portando la llama de Jerusalén, en velas, cirios, farolillos o
lámparas, regresan en procesión a sus casas, donde en el dintel de sus puertas
hacen la señal de la cruz, algo que traerá fortuna y buenos augurios para el
resto del año.
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