Los mismos coetáneos de San Alberto, fueron quienes le dieron el título de "Magno". Por
la profundidad y amplitud de sus conocimientos, solían llamarle también
"el Doctor Universal" pues sus conocimientos en todos los campos eran
extraordinarios. El monje Rogelio Bacon le consideraba como "una
autoridad" y calificaba sus obras de "fuentes originales".
San
Alberto fue el maestro de Santo Tomás de Aquino, el mas importante de
los teólogos de todos los tiempos, pero Alberto es un hombre grande por
sí mismo.
Lo
único que sabemos sobre su juventud, es que estudió desde los 16 años
en la Universidad de Padua donde vivía su tío. Allí encontró en 1222, al
Beato Jordán de Sajonia, segundo maestro general de la orden de Santo
Domingo, quién lo dirigió en la vida religiosa y escribió desde Padua a
la Beata Diana de Andelo, que estaba en Bolonia, anunciándole que había
admitido en la orden a diez postulantes, "y dos de ellos son hijos de
condes alemanes". Uno era Alberto.
Cuando
el conde de Bollstädt se enteró de que su hijo vestía el hábito de los
frailes mendicantes, se enfureció sobremanera y habló de sacarlo por la
fuerza de la orden. Pero los
superiores de Alberto le enviaron discretamente a otro convento,
probablemente el de Colonia, Alemania donde estaba la escuela mas
importante de la orden y la cosa paró ahí. El hecho es que Alberto enseñaba en Colonia en 1228 y en
1229 vistió el hábito de los frailes predicadores. Más tarde, fue
prefecto de estudios y profesor en Hildesheim, Friburgo de Brisgovia y
Estrasburgo. Cuando volvió a Colonia, era ya famoso en toda la provincia alemana.
En París la
concurrencia de estudiantes a sus famosas clases fue tan grande que
debió enseñar en la plaza pública, la cual, aunque pocos lo saben, lleva
su nombre. Se trata de la Plaza Maubert, nombre que viene de "Magnus
Albert".
En
aquella época, la filosofía comprendía las principales ramas del saber
humano accesibles a la razón natural: la lógica, la metafísica, las
matemáticas, la ética y las ciencias naturales. Entre
los escritos de San Alberto, que forman una colección de treinta y ocho
volúmenes in-quarto, hay obras sobre todas esas materias, por no decir
nada de los sermones y de los tratados bíblicos y teológicos. La figura de San Alberto y la de Rogelio Bacon se destacan
en el campo de las ciencias naturales, cuya finalidad, según dice el
santo, consiste en "investigar las causas que operan en la naturaleza". Algunos autores llegan incluso a decir que San Alberto contribuyó aún más que Bacon al desarrollo de la ciencia. En
efecto, fue una autoridad en física, geografía, astronomía,
mineralogía, alquimia (es decir, química) y biología, por lo cual nada
tiene de sorprendente que la leyenda le haya atribuido poderes mágicos. En
sus tratados de botánica y fisiología animal, su capacidad de
observación le permitió disipar leyendas como la del águila, la cual,
según Plinio, envolvía sus huevos en una piel de sorra y los ponía a
incubar al sol. También han sido
muy alabadas las observaciones geográficas del santo, ya que hizo mapas
de las principales cadenas montañosas de Europa, explicó la influencia
de la latitud sobre el clima y, en su excelente descripción física de la
tierra demostró que ésta es redonda.
Pero
el principal mérito científico de San Alberto reside en que, al caer en
la cuenta de la autonomía de la filosofía y del uso que se podía hacer
de la filosofía aristotélica para ordenar la teología, re-escribió, por
decirlo así, las obras del filósofo para hacerlas aceptables a los ojos
de los críticos cristianos. Por otra parte, aplicó el método y los principios aristotélicos al estudio de la teología, por lo que fue el iniciador del sistema escolástico, que su discípulo Tomás de Aquino había de perfeccionar. Así pues, fue San Alberto el principal creador del "sistema predilecto de la Iglesia". El
reunió y seleccionó los materiales, echó los fundamentos y Santo Tomás
construyó el edificio. Al mismo tiempo se mantenía humilde y rezaba así:
"Señor Jesús pedimos tu ayuda para no dejarnos seducir de las vanas
palabras tentadoras sobre la nobleza de la familia, sobre el prestigio
de la Orden, sobre lo que la ciencia tiene de atractivo".
San Alberto escribió durante sus largos años de enseñanza y no dejó de hacerlo cuando se dedicó a otras actividades. Como
rector del "studium" de colonia, se distinguió por su talento práctico,
de suerte que de todas partes le llamaban a arreglar las dificultades
administrativas y de otro orden. En 1254, fue nombrado provincial en Alemania. Dos años más tarde, con su alto cargo asistió al capítulo
general de la orden en París, donde se prohibió a los dominicos que
aceptasen en las universidades el título de "maestro" o "doctor" o
cualquier otro tratamiento que no fuera el de su propio nombre. Para
entonces, ya se le llamaba a San Alberto "el doctor universal", y el
prestigio de que gozaba había provocado la envidia de los profesores
laicos contra los dominicos. En
vista de esa dificultad, que había costado a Santo Tomás y a San
Buenaventura un retraso en la obtención del doctorado, San Alberto fue a
Italia a defender a las órdenes mendicantes contra los ataques de que
eran objeto en París y otras ciudades. Guillermo de Saint-Amour se había hecho eco de dichos ataques en su panfleto "Sobre los peligros de la época actual". Durante
su estancia en Roma, San Alberto desempeñó el cargo de maestro del
sacro palacio, es decir, de teólogo y canonista personal del Papa. Por entonces, predicó en las diversas iglesias de la ciudad.
En
1260, el Papa le ordenó obispo de la sede de Regensburgo, la cual,
según se le informó, era "un caos, tanto en lo espiritual como en lo
material". San Alberto fue obispo
de Regensburgo menos de dos años, pues el Papa Urbano IV aceptó su
renuncia, permitiéndole regresar a la vida de comunidad en el convento
de Würzburg y a enseñar en Colonia. Pero en ese breve período hizo mucho
por remediar los problemas de su diócesis. Su humildad y pobreza eran ejemplares.
Desgraciadamente, los intereses creados y la persistencia de ciertos
abusos no permitieron al santo terminar la obra comenzada. Para gran
gozo del maestro general de los dominicos, Beato Humberto de Romanos,
que había tratado en vano de impedir que Alejandro le consagrase obispo,
San Alberto volvió al "studium" de Colonia. Pero
al año siguiente, el santo recibió la orden de colaborar en la
predicación de la Cruzada en Alemania con el franciscano Bertoldo de
Ratisbona.
Una
vez terminada esa tarea, San Alberto volvió a Colonia, donde pudo
dedicarse a escribir y enseñar hasta 1274, cuando se le mandó asistir al
Concilio Ecuménico de Lyon. En víspera de partir, se enteró de la muerte de su querido
discípulo, Santo Tomás de Aquino (según se dice, lo supo por revelación
divina). A pesar de esta
impresión y de su avanzada edad, San Alberto tomó parte muy activa en el
Concilio, ya que, junto con el Beato Pedro de Tarantaise (Inocencio X) y
Guillermo de Moerbeke, trabajó ardientemente por la reunión de los
griegos, apoyando con toda su influencia la causa de la paz y de la
reconciliación.
Defiende la obra de Santo Tomás
Probablemente,
la última aparición que hizo en público tuvo lugar tres años más tarde,
cuando el obispo de París, Esteban Tempier, y otros personajes,
atacaron violentamente ciertos escritos de Santo Tomás. San
Alberto partió apresuradamente a París para defender la doctrina de su
difunto discípulo, que coincidía en muchos puntos con la suya, y propuso
a la Universidad que le diese la oportunidad de responder personalmente
a los ataques; pero ni aun así consiguió evitar que se condenasen en
París ciertos puntos.
La Virgen lo había preparado
En 1278, cuando dictaba una clase, le falló súbitamente la memoria y perdió la agudeza de entendimiento.
La visión de la escalera. San
Alberto había dicho que, de joven, le costaban los estudios y que por
eso una noche dispuso huir del colegio donde estudiaba. Pero
al tratar de huir por una escalera colgada de una pared, cuando llegó a
la parte de arriba se encontró con Nuestra Señora la Virgen María que
le dijo: "Alberto, ¿por qué en vez de huir del colegio, no me rezas a mí
que soy 'Causa de la Sabiduría'? Si me tienes fe y confianza, yo te daré una memoria prodigiosa. Y para que sepas que sí fui yo quien te la concedí, cuando ya te vayas a morir, olvidarás todo lo que sabías". Aquello sucedió como la Virgen le dijo.
Santa muerte
Dos
años después, a los 74 años, murió apaciblemente, sin que hubiese
padecido antes enfermedad alguna, cuando se hallaba sentado conversando
con sus hermanos en Colonia. Era
el 15 de noviembre de 1280. Se había mandado a construir su propia
tumba, ante la cual todos los días iba a rezar el Oficio de Difuntos.
No
fue beatificado sino hasta 1622, y aunque se le veneraba ya mucho,
especialmente en Alemania, la canonización se hizo esperar todavía. En 1872 y en 1927, los obispos alemanes pidieron a la Santa Sede su canonización, pero al parecer, fracasaron. Finalmente,
el 16 de diciembre de 1931, Pío XI, en una carta decretal, proclamó a
Alberto Magno Doctor de la Iglesia lo que equivalía a la canonización e
imponía a toda la Iglesia de occidente la obligación de celebrar su
fiesta. San Alberto, según dijo
el sumo Pontífice, poseyó en el más alto grado el don raro y divino del
espíritu científico . . . Es exactamente el tipo de santo que puede
inspirar a nuestra época, que busca con tantas ansias la paz y tiene
tanta esperanza en sus descubrimientos científicos". San Alberto es el patrono de los estudiantes de ciencias naturales.
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