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Se ama lo que se conoce (I)

Si la Cuaresma es pensada  y vivida por los cristianos como el tiempo propicio para la conversión, tendremos que pensar qué o quién nos conduce a ella... y si es necesaria esa experiencia como realidad propia y personal, o bien cualquiera puede hablar y dar cuenta de ella sin vivirla.
Parece que no, pues aunque saber de las experiencias ajenas puede ayudarnos, solo la vivencia en primera persona, la vuelta sobre sí mismo, prepara el camino para la conversión.
Una cosa es clara y es, que la reflexión es el primer paso para empezar a ver si necesitamos esa transformación de mente y corazón, que nos lleve al cambio que queremos vivir acompasandolo con la liturgia de este periodo prepascual.
Que volvamos la mirada sobre nosotros mismos significa enfrentarnos a nuestra verdad, ardua tarea teniendo en cuenta lo poco que nos gusta sincerarnos con nuestra "mismidad" y a la vez, ponernos así, despojados de toda la envoltura cotidiana, en presencia del Otro, de Aquel que nos propone:
"La llevaré al desierto-dice Dios hablando a su pueblo- y le hablaré al corazón" (Os 2, 16).
Esta es mi propuesta, como inicio del camino, dejarnos llevar al desierto...





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