La profesora estadounidense Mary Ann Glendon, presidenta de la Academia de Ciencias Sociales y profesora de la Universidad de Harvard, ha hecho públicos los resultados de un estudio en torno a la libertad religiosa y los Estados, sus investigaciones no avalan la idea de que la religión sea un factor de conflicto social, pero identificó cuatro tipos de amenazas a la libertad religiosa: “1º la amenaza típica de la coerción del Estado y la persecución de los creyentes. 2ª las restricciones estatales a la libertad religiosa de las minorías. 3ª las presiones sociales sobre las minorías religiosas, que pueden estar sancionados o no por el Estado, pero que en cualquier caso restringen las libertades de esas minorías. 4ª el crecimiento del fundamentalismo secular en los países de Occidente que consideran a los creyentes como una amenaza a la política secular y democrática”.
Citó los resultados del estudio realizado por el Pew Forum on Religion and Public Life según el cual, cerca del 70% de la población mundial vive en países que imponen “fuertes restricciones” a la libertad religiosa, que en gran parte recaen sobre las minorías:
“En países que imponen restricciones ‘entre bajas y moderadas’ a la libertad religiosa, figuras influyentes de los medios de comunicación, de la vida académica y de la vida pública a menudo presentan la religión como una fuente de división social, y tratan la libertad religiosa como un derecho de segunda clase que puede ser postergado por otras reclamaciones e intereses”.
Otro tipo de presiones intentan confinar a la religión en la vida privada, lo cual puede conducir a considerar el laicismo como una “religión” oficial de hecho. Glendon citó aquí el punto de vista del senador Marcello Pera, para quien las democracias liberales están “inmersas en lo que podríamos llamar la paradoja del secularismo: cuanto más nuestra razón secular, post-metafísica y post-religiosa trata de ser inclusiva, más intolerante se hace”.
El hecho de que no haya un único modelo para todos los países no implica negar que la libertad religiosa sea un derecho universal. Como afirma Glendon, “hay que reconocer que debe haber espacio para un grado de pluralismo que permita que la libertad religiosa y otros derechos humanos fundamentales sean respetados bajo diversas circunstancias culturales”.
En el Concilio Vaticano II, la Dignitatis Humanae, afirma que hay varios caminos válidos para reconocer tal derecho. Este enfoque pluralista es seguido también por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ha establecido que hay que aceptar un razonable “margen de apreciación” de cada país en la protección de este derecho en función de las necesidades y circunstancias de su población. Así lo ha reconocido en la reciente sentencia sobre el crucifijo en las aulas italianas.
Uno de los principales modos en que hoy se viola la libertad religiosa es confinándola estrechamente en la esfera privada. Pero abolir la religión en la esfera pública no resuelve los conflictos, sino que simplemente los oculta.
(Fuente: Noticias Jóvenes. Inst. Ciencias de la Comunicación)
Citó los resultados del estudio realizado por el Pew Forum on Religion and Public Life según el cual, cerca del 70% de la población mundial vive en países que imponen “fuertes restricciones” a la libertad religiosa, que en gran parte recaen sobre las minorías:
“En países que imponen restricciones ‘entre bajas y moderadas’ a la libertad religiosa, figuras influyentes de los medios de comunicación, de la vida académica y de la vida pública a menudo presentan la religión como una fuente de división social, y tratan la libertad religiosa como un derecho de segunda clase que puede ser postergado por otras reclamaciones e intereses”.
Otro tipo de presiones intentan confinar a la religión en la vida privada, lo cual puede conducir a considerar el laicismo como una “religión” oficial de hecho. Glendon citó aquí el punto de vista del senador Marcello Pera, para quien las democracias liberales están “inmersas en lo que podríamos llamar la paradoja del secularismo: cuanto más nuestra razón secular, post-metafísica y post-religiosa trata de ser inclusiva, más intolerante se hace”.
El hecho de que no haya un único modelo para todos los países no implica negar que la libertad religiosa sea un derecho universal. Como afirma Glendon, “hay que reconocer que debe haber espacio para un grado de pluralismo que permita que la libertad religiosa y otros derechos humanos fundamentales sean respetados bajo diversas circunstancias culturales”.
En el Concilio Vaticano II, la Dignitatis Humanae, afirma que hay varios caminos válidos para reconocer tal derecho. Este enfoque pluralista es seguido también por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ha establecido que hay que aceptar un razonable “margen de apreciación” de cada país en la protección de este derecho en función de las necesidades y circunstancias de su población. Así lo ha reconocido en la reciente sentencia sobre el crucifijo en las aulas italianas.
Uno de los principales modos en que hoy se viola la libertad religiosa es confinándola estrechamente en la esfera privada. Pero abolir la religión en la esfera pública no resuelve los conflictos, sino que simplemente los oculta.
(Fuente: Noticias Jóvenes. Inst. Ciencias de la Comunicación)
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